sábado, 9 de enero de 2010

¿Para qué sirven las reservas?

Cansado de leer pelotudeces en Clarín, La Nación y Página 12 (ni hablar de El Argentino, que ni siquiera merece ser considerado un diario) , voy a adelantar el posteo para dar mi opinión acerca del último culebrón del verano, que tiene que ver con el uso de las reservas internacionales del banco central (BCRA) para pagar deuda y el decreto que intentó echar a Redrado. Para hacerlo más interesante, agrego unos comentarios acerca del tratamiento que dan los principales diarios al tema, para que nos entretengamos en ver como intentan sesgar la información para un lado o para el otro.
Al hacer el análisis hay que tener en cuenta tres cosas: a) El financiamiento de la deuda y el nivel de reservas del BCRA b) La cuestión fiscal (importantísima y totalmente ignorada por los diarios) c) La independencia del banco central, la institucionalidad y la confianza.

Financiamiento de deuda y reservas del BCRA.

Para empezar es menester explicar por qué está prohibido (o por lo menos por qué hay tantas trabas) pagar deuda con reservas del BCRA. Históricamente, los gobiernos han aprovechado las reservas acumuladas para evitar hacer frente a sus compromisos. Era una manera fácil de zafar y poder mantener el gasto elevado. Cada vez que había problemas de deuda, se le pedía dinero al banco central y se evitaba entonces hacer el ajuste correspondiente para pagar. Las reservas depositadas en el banco central no son un activo que pueda disponerse libremente. Esto es porque tienen como contrapartida los pesos en circulación. Ante un déficit de cuenta corriente o una salida de capitales, si no quiere enfrentar una gran devaluación de la moneda, el Banco central necesita contar con las divisas para responder. Por eso no es aconsejable vaciar las reservas. Cuando un gobierno hace una maniobra como esta, lo que hace NO es disminuir su deuda (así que no dejen que los peronistas les mientan). Simplemente lo que hace es cambiar de acreedor. Las reservas son del banco central y el gobierno debe devolver el dinero (el banco central se queda con bonos de gobierno). ¿Tiene sentido este cambio de acreedor? ¡Claro que sí!. Imagínense ustedes en la misma situación. ¿Qué es más agradable, deberle dinero a un desconocido o a un familiar?. Si le deben dinero a un familiar este probablemente se muestre más comprensivo si ustedes no pueden pagarle. Lo mismo pasa aquí. El gobierno está simplemente refinanciando su deuda. Obtiene una deuda más a largo plazo y evita tener que pagar hoy, cuando eso puede causarle problemas, y además enfrenta ahora a un acreedor mucho más benevolente y quizás más dispuesto a renovar la deuda en un futuro. Todo perfecto hasta acá. Mucho más si se considera cuál es la alternativa a recibir este financiamiento: la Argentina es un país que inspira muy poca confianza y tratar de acceder al crédito en los mercados internacionales significaría enfrentar una tasa de interés muy alta.
¿Cuál es el problema entonces? El problema es si el Central llega a necesitar esas reservas. En caso de una corrida contra el peso, es decir, una gran salida de capitales y demanda de dólares, las reservas del banco central caerán. Si el problema se agrava, se provoca una crisis de confianza y una mayor fuga de capitales que puede terminar en un descalabro financiero y una fuerte depreciación de la moneda, con todo lo que esto genera. Entonces en este punto la cuestión pasa por examinar el nivel de reservas del BCRA, algo que sólo vi que hizo Clarín. Según la nota publicada hoy, el gobierno confía en que el BCRA tiene reservas excedentes porque estas son superiores a la base monetaria. Lo que no toma en cuenta, es que con esas reservas, que además son en una pequeña parte resultado de los encajes cobrados a bancos comerciales y en consecuencia propiedad de estos, el banco central también tiene que cubrir algunas letras de corto plazo que emitió. Si se descuenta todo esto, las reservas internacionales post fondo del bicentenario serían menores a la suma de base monetaria más letras de corto plazo emitidas por el central. ¿Qué tan grave es esto? Desde mi humilde opinión de estudiante de economía, considero que la posición de Clarín es demasiado alarmista. Si bien está en caída, el superávit comercial se mantiene, y no se ha verificado una gran salida de capitales en los últimos meses, por lo que no parecería que el Banco Central esté necesitando tener todo el respaldo de la base monetaria en divisas para responder rápidamente. Además, Clarín olvida que estamos en un sistema de tipo da cambio flexible en el que el banco central podría decidir aumentar el dolar unos centavos si lo necesita, con lo cual el riesgo de una corrida contra el peso es mucho menor que en un sistema de tipo de cambio fijo. En síntesis, si analizamos solamente esto, si bien es totalmente aceptable que alguien se oponga, no parece que la medida del gobierno pueda llegar a generar mayores problemas, de hecho, hasta parecería ser acertada. Distinto es con los siguientes puntos.

La cuestión fiscal

Este es quizás el punto de mayor importancia y los diarios tanto oficialistas como opositores han hecho caso omiso de él, por lo que debería ser la parte más importante de este artículo. Lo que discutimos en el apartado anterior era algo así como: Dado que tenemos que refinanciar la deuda ...¿cómo lo hacemos?. Lo que discutimos en este es: ¿hay que refinanciar la deuda?
Como debe de haber quedado claro, ya sea que se financie con reservas o mediante los mercados de crédito, el gobierno no reduce su endeudamiento. Estamos simplemente ante otra costumbre argentina que tanto nos ha costado en muchas ocasiones: patear todo para adelante y que se arregle en gobierno que sigue. No necesariamente está mal refinanciarse. El problema surge cuando se hace eso todo el tiempo. El gobierno kirchnerista siguió en un principio una clara política de desendeudamiento pero ahora ha decidido mantener un elevado gasto público y obtener recursos mediante el banco central o, durante este último año, mediante la Anses (de nuevo es tomar más deuda, ahora el nuevo acreedor son los futuros jubilados, a quien también es muchísimo más fácil no pagarles). La alternativa para bajar la deuda es generar un superávit fiscal y pagar con ese dinero. Eso es lo que debe discutirse. ¿Hay que generar un superávit fiscal? Consideremos que mantener un superávit significa gastar menos o cobrar mayores impuestos, lo que puede llevar a una reducción del producto y del empleo. Por otro lado, mantener un déficit si bien puede llegar a generar más trabajo por ser expansivo para la economía, también puede perder este efecto y provocar simplemente inflación. Lo que hay que discutir es que sucederá en Argentina ahora en uno y otro caso. La respuesta es difícil, porque implica considerar por un lado que nos ecnontramos saliendo de una crisis internacional y por lo tanto es eel peor momento para aplicar políticas contractivos; y por otro que últimamente estamos empezando a enfrentar una aceleración inflacionaria que quizás ya haya llegado a ser una inflación inercial (algo difícil de creer después de tantos años de convertibilidad). Dar una respuesta implicaría también analizar la composición del gasto público, para ver en que se está empleando el dinero, es decir, si es para brindar bienes públicos indispensables o se está despilfarrando en transferencias a aliados políticos e ineficiencia. Como verán, es una cuestión muy compleja. Quizás por eso es que los diarios la evitan, pero la realidad es que no deberían hacerlo porque es un tema de la mayor importancia. No creo que sea por ignorancia de los economistas que trabajan en los periódicos. Tal vez es simplemente que saben que a la gente no le interesa porque no lo entendería, o no quieren meterse porque sería un arma de doble filo: para un diario opositor, atacar pidiendo que se mantenga superávit sería encasillarse como diario de derecha que apoya el pago de la deuda antes que las necesidades de los argentinos en una crisis. Para un diario oficiliasta, decir que es necesario mantener un déficit significaría reconocer que el gobierno no tiene dinero para pagar y que simplemente esta pateando las cosas para adelante en vez de desendeudarse (más allá de que esto sea o no correcto).

La independencia del Banco Central, la institucionalidad y la confianza.

El Banco Central es un organismo independiente del gobierno de la nación, por ley. El espíritu de esta ley es permitir que el presidente del banco central se encargue de manejar la cuestión monetaria por un lado y el ministro de economía los otros problemas económicos. Justamente por este motivo, está terminantemente prohibido que la presidente eche a Redrado. Si no no hay manera de aplicar, por ejemplo, la ley que impide al gobierno de la nación usar las reservas del central como su propia alcancía.
Entonces, es lisa y llanamente una vergüenza que se haya decidido echar a Redrado con un decreto de necesidad y urgencia. El único que puede echarlo es el Senado. Que Cristina Fernández haya intentado esta maniobra desnuda o bien una gran ignorancia por parte de la presidente, o bien una prepotencia sin límites. Esto tenemos que entenderlo de una buena vez. Las leyes están para cumplirlas SIEMPRE. No solamente cuando nos conviene. Porque empezamos con esto, después nos enteramos que faltan millones de pesos de alguna obra, y que se gasta dinero en usar el avión presidencial como pool escolar de Florencia Kirchner, etc. Y vamos sumando y todo termina siendo cualquier cosa. En Europa, un decreto como este hubiera generado una indignación tal que hubiera hecho tambalear a la presidenta de su puesto. Puede parecer que estoy exagerando, y quizás de hecho lo esté haciendo, pero uno de los principales motivos por el cual en Latinoamérica hay un nivel tan elevado de corrupción es que el pueblo parece estar acostumbrado a que los gobernantes hagan lo que se les antoje sin atenerse a la ley. Es una costumbre que hay que erradicar. Y no simplemente por eso, sino porque además genera una crisis de confianza. Cristina Kirchner declaró que la medida del fondo del bicentenario tenía como objetivo dar una buena señal a los mercado. Bueno, pues ahora ha pasado todo lo conterario. La bolsa cerró a la baja y nuevamente se instala en el aire la sensación de que el gobierno hace lo que se le antoja cuando se le antoja y por lo tanto no hay ninguna seguridad jurídica. En esas condiciones nadie invierte. Si nadie invierte, no se genera más producción y es por eso que la respuesta a la pregunta del apartado anterior (¿qué genera un déficit?) cada vez es más inflación y menos crecimiento. En este sentido, es vergonzoso lo que publica página 12. Por citar solamente dos artículos, en uno afirmaba que Redrado había estado buscando cinco horas algún resquicio legal para mantenerse al frente del BCRA y no lo había encontrado porque era perfectamente legal que la presidente lo echara con un decreto. Si lo de Clarín con las reservas era una interpretación muy sesgada de la realidad, esto directamente es mentir. El otro artículo titulaba con ironía que Redrado tenía las intenciones de ser el único presidente del BCRA en terminar su mandato. Muchachos...se que no estamos acostumbrados, pero de ahi a criticar a la gente que quiere hacer las cosas legalmente me parece mucho.
Por último, quiero aclarar que la independencia del Banco Central es relativa. Si Redrado tiene la intención de convertirse en opositor a partir de ahora, indefectiblemente tiene que renunciar. Tener un presidente del Banco Central oponiéndose al ministerio de economía es una locura tan grande como... no sé, por decir algo increible y sin sentido, tener un vicepresidente opositor (más allá del chiste lo primero es todavía más grave). Por lo pronto, Redrado parecía dispuesto a discutir el uso de reservas, simplemente estaba cuestionando hacerlo mediante un decreto y no mediante una ley, y tenía algún miedo de que el DNU sentara un precedente para que esta forma de finaciamiento se volviera recurrente (no estoy muy al tanto, pero creo que podía haber algún un problema con la forma en la que estaba redactado). Si es simplemente eso, el problema ideológico lo tiene Cristina Fernández, que no puede aceptar ni siquierea una sugerencia que la haga negociar. Si hay algo más atrás que hace que Redrado sea un obstáculo (ya sea error de la presidenta o del mandamás del Central), es otro tema. Digamos, es la misma situación que con Cobos. No puede tildarse a Cobos de traidor porque haya votado en contra de la 125. No hace falta estar de acuerdo con todo lo que baja de presidencia por ser del mismo partido. De hecho, si tuviera que ser así simplemente podríamos prescindir del Senado, volver a la monarquía y ahorrarnos mucho dinero en sueldos de políticos. Ahora, si a partir de ahi Cobos se va a convertir en un obstáculo para todo lo que haga el gobierno, lo único que logra es perjudicar al país con tal de llevar agua para su molino. Claro que de todas formas yo que no simpatizo con el gobierno kirchnerista suelo agradecer que Cobos esté ahi para impedir algunas cosas, o tratar de hacer fuerza en contra. Pero no da porque es una falta de respeto para todos los que lo votaron.



Como verán es un análisis mucho más complejo de lo que parecía. Espero que haya servido para que se entiendan cuáles son los verdaderos problemas que hay atrás de esto, más allá de todas las mentiras que nos llegan... de un lado y del otro.

Saludos, espero sus comentarios
Javier

lunes, 4 de enero de 2010

Los bonos verdes y la hipocresía eficiente.

Si bien estaba pensando en preparar una nota completamente distinta, mientras espero que Paulita se decida a enviarme su contribución anual para este blog, justo llegó a mis manos un informe de la consultora Econométrica: "Cambio Climático. La Reunión de Naciones Unidas en Copenaghe y los Desafíos para la Argentina". Dado la relación con el posteo anterior, decidí que este era uno de esos artículos que tenían que ser publicados en este momento exacto o nunca. Así que decidí dejarlo vivir.

Más allá de los datos que nos ofrece, hubo una parte del artículo que me llamó poderosamente la atención y me recordó una conversación que tuve con un alumno el último semestre acerca de los llamados "bonos verdes". Paso a explicar el funcionamiento de este activo.

Los bonos pueden funcionar como un permiso o como una publicidad (desconozco totalmente los pormenores de la legislación, solamente me voy a limitar a explicar la idea que hay atrás). Si funcionan como un permiso, entonces el Estado le requiere a una empresa tener una determinada cantidad de bonos según cuánto contamine esa actividad (más bonos a las empresas contaminantes). Si funcionan como publicidad, simplemente se arma un ranking con las empresas más limpias de todo el país (o mundo). Para escalar posiciones en éste ranking, se puede buscar una tecnología más limpia o bien comprar más de estos bonos y continuar contaminando lo mismo. ¿Suena hipócrita no? Una compañía petrolera que contamina tierra y aire a más no poder puede ser considerada una de las compañías más limpias del planeta si sólo invierte un poco de su dinero en estos "bonos verdes".

El primer punto que me interesa remarcar, como mera curiosidad, es la forma en que funciona la mente humana y como nos acostumbramos a manejarnos con ciertos valores, que a veces (POR FAVOR, remarco la palabra a veces, en general, me gustaría que se usaran más a menudo) no tienen sentido. Me viene la mente otra clase, que esta vez me tenía como alumno, en la que estábamos hablando de la caridad. Mi compañero estaba indignado por la actitud de algunos millonarios que enviaban millones de dólares a obras de caridad porque simplemente no sabían que hacer con su dinero, pero no estaban dispuestos a gastar una hora de su tiempo para ayudar. No voy a evaluar si ese millonario merece entrar al paraíso por su acción o no. Pero sí me gustaría que se reparara en lo ilógico del comentario. Piénsense ustedes en cualquier barrio pobre que necesite ayuda. ¿Qué creen que sería más útil? ¿Una hora de trabajo de un hombre que probablemente no sepa que hacer para dar una mano o un buen maletín lleno de sucios billetes de cien dólares? Si una persona que es capaz de producir mucho dinero porque es un deportista exitoso o un empresario multimillonario quiere ayudar, lo más eficiente es que no dedique ni un segundo de su tiempo en evaluar la pobreza o conversar con los necesitados. Sería mejor que dedicara cada minuto de su tiempo a trabajar y luego invirtiera el dinero ganado en ayuda social. Cada uno hace lo que es mejor para la sociedad, y lo que éste tipo hace mejor no es construir casas o servir comida con sus propias manos, sino ganar dinero para pagar a otros que lo hagan por él.

Volviendo al tema que nos compete, tengo que explicar aquí un mecanismo que tiene una idea similar pero mucho menos obvia. Todas las empresas contaminan. Algunas más, otras menos. Si se prohibiera contaminar, no habría producción. A nadie se le ocurriría eso por supuesto, pero estoy seguro que si muchos pensaron en establecer un límite a la contaminación que una empresa puede emitir. Pero...¿cómo fijamos ese límite?. Imagínense que una empresa descubre la cura definitiva para el sida, pero que el proceso para la fabricación del producto es altamente contaminante ¿Debe permitirse que la fabrique? Si establecemos un límite fijo, quizás esa empresa no pueda producir, o quizás no podamos utilizar para nada el petróleo por lo que deberíamos volcarnos a formas de energía demasiado caras que llevarían a un incremento general de casi todos los precios, erosionando la calidad de vida de la población. Pero quizás, una empresa que fabrica algún producto inútil que apenas le rinde una ganancia, puede seguir funcionando porque está apenas por debajo del nivel máximo fijado. Creo que ha quedado claro que la solución viene de la mano de un límite específico para cada actividad. Un límite que debe tener en cuenta la utilidad del producto por el que estamos contaminando. Pero no sólo eso. Por más que el producto sea muy beneficioso, no hay que imponer un límite demasiado alto, porque eso podría desincentivar a la empresa a usar una tecnología más limpia, que quizás es posible con un mínimo esfuerzo. Aplicar una ley especial para cada empresa teniendo en cuenta variables tan distintas parece imposible, e intentar hacerlo daría lugar a una serie discrecionalidades, y, seguramente, corrupción. Lo bueno es que tenemos ya un mecanismo que puede hacerlo por sí solo: el sistema de precios (realmente estaba este artículo muy relacionado con el anterior).

Tenemos que partir del supuesto de que el valor de un producto está reflejado en su precio. Esto puede no ser así si existen externalidades que no se están teniendo en cuenta, pero en general es una buena aproximación. No hablamos de justicia aquí, sino de valor económico. Quedará tiempo en otros artículos para hablar de equidad, ahora buscamos eficiencia. Se supone entonces que las empresas que tienen más ganancias son las que producen un mayor valor a un menor costo, y por lo tanto un mayor beneficio. Ahora, si dejamos que los bonos se compran y vendan en el mercado, el precio de estos variará con la demanda. Cuando haya muchas empresas contaminantes que los necesiten, se harán más caros. Cuando hay menos, serán más baratos. De esta manera automáticamente regulan el nivel de contaminación. De hecho, controlando la cantidad de bonos se puede obtener el límite de contaminación exacto que uno quiere(aproximadamente por los límites del cerebro del regulador). Pero lo más importante es, ¿quién los comprará?. Y la respuesta es: comprarán bonos todas aquellas empresas para las cuales comprar un bono resulte más barato que reducir la contaminación y que sigan teniendo ganancias de esta forma. Es decir, las empresas que producen bienes inútiles y contaminan mucho desaparecerán. Las que contaminan poco se quedarán porque no necesitarán comprar bonos. Las que obtienen muchos ingresos contaminando (aclaro que un bien muy valioso, como decía antes, no es necesariamente algo caro, puede ser el caso de una empresa que fabrique muchísimos bienes que se venden a centavos en todo el mundo y por ende tiene ganancias astronómicas), seguirán produciendo, pagando un costo mayor. Ese costo irá al precio del producto, por supuesto, pero esto es justo porque todos los consumidores pagan por la contaminación que producen al consumir ese bien. Y más interesante todavía: las empresas que compren los bonos serán aquellas empresas a las que les resulte más costoso incorporar tecnología limpia. Quienes pueden reducir la contaminación cambiando la forma de producción sin incurrir en grandes costos harán esto, porque les resultará más barato que comprar el bono. Para quienes no contaminar representa un gran esfuerzo, deberán pagar esta especie de impuesto, y tener guardado un par de bonos verdes. Así, reducimos la contaminación exactamente en las áreas en las que queríamos: en las que es más fácil reducirla.

El ejemplo del paper de econométrica es bastante claro al respecto: "Según el informe Stern del Reino Unido, la deforestación es un elemento negativo para el cambio climático, ya que aporta nada menos que un 20% a las emisiones contaminantes de dióxido de carbono.(...) En América Latina se suelen desmontar densos bosques tropicales para crear pasturas cuyo valor anual es de unos pocos cientos de dólares la hectárea, mientras que se liberan 500 toneladas de CO2 por hectárea. Ello implica un costo de reducción de la emisión de CO2 inferior a un dólar por tonelada. Mientras tanto, los miembros de la Unión Europea han llegado a invertir 20 dólares para reducir la emisión en una tonelada." Creo que la idea se entiende. Si tanto les cuesta a los países desarrollados disminuir sus emisiones, quizás el cambio climático pueda atenuarse si transfieren recursos para que los países en desarrollo cuiden sus bosques (compensando a los propietarios lo que dejan de ganar por no deforestar), lo cuál sería algo mucho más barato, un objetivo más accesible.

Los dejo ahora con estas reflexiones. Por un lado, me sirvió para explicar admirablemente las maravillas del sistema de precios cuando funciona bien (que reconozco no es tan a menudo. De hecho tomar medidas como si funcionara perfectamente puede hacer mucho daño a veces), usando uno de mis temas preferidos: la ecología. A modo de diversión, hablé un poco también de la "hipocresía funcional": si ese millonario evasor de impuestos quiere donar un millón de pesos al hospital sólo por el prestigio de ver su placa conmemorando su donación para ganar respeto, y no porque los enfermos le interesen en lo más mínimo ¿tanto nos cuesta ponerla y comernos la bronca?.

Aclaro finalmente, que mientras escribía el artículo, del cual estaba muy convencido al principio, empezaron a surgirme ciertas inquietudes con respecto a la utilidad de aplicar algunas de estas medidas. Tenían que ver con competencia y distribución del ingreso. Incluirlas significaría alargar demasiado el artículo y hacerlo insoportable. Si las críticas aparecen ( o por lo menos el interés de alguien que quiera saber las críticas a mí mismo), responderé en los comentarios.

Hasta luego.
Javier