martes, 15 de diciembre de 2009

Sobre precios, externalidades, medio ambiente y energía

Regresamos, con elaboración propia esta vez, en una semana que tiene tres noticias interesantes. La primera es el decreto que autoriza a pagar deuda con una porción de las reservas. Una medida criticada por la oposición, sin ningún argumento demasiado fuerte, porque la decisión en sí no es mala, solamente que queda la duda de si no se trata de una nueva excusa del gobierno para seguir haciendo caja y poder mantener su elevado gasto público ( en ese caso se eliminarían todas las virtudes que del oficialismo le achacan a la medida acerca de generación de señales amistosas a los mercados de crédito). La segunda es la vergonzosa decisión de la presidenta Fernández de modificar mediante veto la ley de los partidos políticos, haciendo mucho más difícil la participación de los partidos pequeños en las próximas elecciones. Una medida totalmente desubicada por el arrebato de pasar por encima del congreso, pero además difícil de comprender. No se trata solamente de que la medida intenta una vuelta al bipartidismo, dejando poco margen para que aparezca un partido nuevo, decente, y con una estructura que no esté tan corrompida como la maquinaria peronista y radical, sino que además parece ir contra los intereses del propio frente para la victoria, dado que su principal ventaja para las próximas elecciones era tener una oposición totalmente dividida. De todas formas, éste es mi análisis personal, asumo que ellos deben de haberlo estudiado mejor que yo.

Finalmente, la tercer noticia de la semana, y la que nos ocupa mayormente en éste artículo, es el por ahora nuevo fracaso de la cumbre por el calentamiento global (perdón hinchas de Bandfield por no considerarlos dentro de las tres noticias de la semana). Como siempre, los países desarrollados (algunos) han incumplido las normas que se habían fijado para reducir la emisión de gases contaminantes y no recibirán sanción alguna, por lo menos ninguna sanción seria. A su vez, lo que se está negociando es reducir las emisiones un 12 o 16% con respecto a 1990, cuando los científicos estiman necesario una reducción entre un 30 y un 40%.

El problema de la contaminación y el calentamiento global ya ha sido planteado en otro artículo de este blog (buscar: "Calentamiento global por teoría de los juegos") y lo que busco plantear ahora no escapa demasiado a lo escrito aquella vez. ¿Cuál es el motivo que lleva al ser humano a destruir su planeta? Externalidades, es la respuesta. Quizás el concepto más importante en economía.

El sistema capitalista regula maravillosamente los costos y beneficios de cada actividad mediante el sistema de precios. Para desarrollar mi punto, debo explicar brevemente su funcionamiento, al menos su utilidad social. Los precios cumplen la función de decir al hombre que producir. La interacción de la oferta y la demanda fija el precio de cada bien o servicio, en función a su costo de producción y a la utilidad que representa para la sociedad. Cuando el precio del bien no supera su costo de producción, la producción de ese bien se detiene. Esto es socialmente óptimo, dado que significa que lo que la sociedad está dispuesta a pagar para obtener ese bien es menos de lo que costaría obtenerlo. Entonces, es preferible socialmente que no se desvíen recursos hacia esa producción. Los empresarios apuntarán sus esfuerzos a producir bienes que sean rentables, lo cual significa que los precios llevan a que la sociedad produzca únicamente aquellos bienes por los que obtiene un beneficio (o mejor dicho, por los que obtiene el mayor beneficio).

La intervención del sistema de precios es peligrosa y tiene graves consecuencias para el funcionamiento de la economía. Tomemos los subsidios a la energía por ejemplo. Durante los últimos años, los consumos de luz y gas de los hogares han sido subsidiados por el gobierno nacional. ¿Qué produce esto? Qué la gente no pueda ver el costo de producir la energía que se está consumiendo. Un precio menor implica un mayor gasto de energía, porque la utilidad de esa persona por consumirla es mayor que el costo que ese consumo tiene para ella. Sin embargo, esto no es cierto para la sociedad, porque al costo de lo que paga cada persona debe sumarse el subsidio otorgado por el gobierno, que es algo que el consumidor no toma en cuenta al realizar su consumo. El resultado es un gasto excesivo de energía. El resultado es un boom en las compras de aire acondicionado, cuyo consumo la gente ya no puede pagar si se borran los subsidios (complicando aún más el abandono de estos por motivos políticos). Los recursos de la sociedad se emplean de manera sub-óptima, porque se gasta en energía (por supuesto en el caso de argentina lleva a la escasez porque se soluciona no pagándole lo suficiente a quienes tienen que producirla, generando que no inviertan). Puede parecer un tema menor, pero el boom de las ventas de aire acondicionado es a mi entender un símbolo claro de este derroche. Fábricas no tenían la energía para producir cuando se elegía permitir el uso de aire acondicionado en forma subsidiada. Se hubiera solucionado fácilmente este inconveniente mediante un aumento de los precios, que hubiera hecho que dejaran de consumir los que menos necesitan de esa energía. Es decir, el aumento de los precios hubiera permitido dejar en funcionamiento heladeras, luces y fábricas, y hubiera mantenido apagados los aires, al menos para los dueños que menos sufren el calor. Un impuesto a la compra de estos artefactos en su momento, para disminuir su demanda, hubiera sido una excelente forma de atenuar este descalabro y el problema posterior de escasez energética. ¿Por qué se subsidia entonces? Simplemente por motivos redistributivos. Lo que se quiere marcar aquí es la ineficiencia de este tipo de medidas. Pero claro, el problema es que realizar una transferencia de esta manera es mucho más simple y más conveniente políticamente que hacer transferencias de suma fija a quienes más lo necesitan, o bien, reducir otro tipo de impuestos.

Pasamos al tema principal del artículo en este párrafo. ¿Si el sistema de precios regula tan perfectamente la producción de la sociedad, cómo es que permite que vayamos al desastre ecológico? ¿No sería lógico que aumenten los precios de la energía generada por hidrocarburos y en consecuencia otras formas de generación de energía más limpias empiecen a aparecer? El problema es que el sistema de precios solamente incorpora los costos que se producen por el desgaste de bienes sobre los cuales están asignados los derechos de propiedad. El aire puro es un bien. El agua es un bien. Y son mucho más importantes que todo el resto de las cosas que consumimos. Si el agua y el aire son más importantes que el oro, no deberíamos permitir que una empresa minera destruya fuentes de agua potable durante el proceso de extracción. O tomemos un ejemplo mucho más fácil, una fábrica cuya chimenea contamina el aire. ¿A quién perjudica esto? Evidentemente a todo el mundo. También al dueño de la fábrica. Pero lo más probable es que el dueño de la fábrica no muera de cáncer de pulmón por respirar el aire contaminado, por lo tanto, no tendrá en cuenta el costo de la destrucción del medio ambiente al decidir su producción. Se trata de un caso en que se producen externalidades negativas, es decir, si bien para el empresario el beneficio individual de producir es positivo porque el costo de contaminar para él es mínimo, el beneficio social es mucho menor, o directamente negativo, porque cada una de las personas que viven cerca de la fábrica verá afectado su bienestar personal aunque sea un poco. En consecuencia, estas personas deberían recibir un compensación por esto. Si el empresario tuviera que asumir los costos sociales de su producción y pagarle aunque sea unos pocos pesos a cada persona en la ciudad, quizás dejaría de ser rentable la producción. O quizás no. Si el bien es muy necesario el precio del bien podría aumentar y seguirse produciendo. Esto tendría un efecto redistributivo, pero sería justo, dado que todos los consumidores pagarían un poco más para compensar a los pobres tipos que deben vivir en esa ciudad contaminada. Si los demás consumidores no están dispuestos a pagar el aumento de precio, el bien se deja de producir porque no era tan necesario como para justificar la destrucción del medio ambiente.
Pero aquí estamos en un mundo de fantasía. Lo que impide que este mecanismo actúe es que el aire no tiene asignados los derechos de propiedad. Nadie es dueño del aire y en consecuencia el empresario no tiene obligación de pagar a nadie. Pensémoslo de esta manera: si tiene que pagar por usar la tierra, ¿por qué no pagar por el aire?.

Quizás les parezca que esto puede tener efectos muy nocivos sobre la producción y sobre el empleo. Y veo allí uno de los principales problemas para aplicar a rajatabla este tipo de medidas. Sin embargo, esto no es más que una visión a largo plazo (no por ellos poco importante de todas formas). Si los productores deben pagar cada vez que contaminan, no será rentable contaminar. De esta manera, quizás termine siendo más barato producir de una manera en que no se contamine, con otro tipo de energía. Incluir esta externalidad en el costo de fabricación no tiene por qué significar abandonar la producción, sino más bien producir de otra manera. Hoy la energía solar, por ejemplo, no puede competir con el petróleo porque es mucho más ineficiente y más cara. Pero quizás las cosas cambiarían si se obligara a quienes usan petróleo a incluir en sus costos los problemas que generan para el medio ambiente. A la larga, esto generaría un incentivo a invertir en energía solar, o cualquier otra haciéndola más y más eficiente. Con los precios actuales, ningún empresario tiene incentivos a desarrollar una tecnología así, porque no hay mercado para sus productos. ¿Invertirían ustedes en investigación y desarrollo en una rama que no tiene perspectivas de ganancias con las regulaciones actuales?

Desde mi total desconocimiento del tema de generación de energía, creo que al ser humano no debería costarle demasiado lograr producir energía sin contaminación de forma más eficiente, sobre todo con todas las cosas increíbles que ha conseguido (la idea de generar energía solar de por sí me parece increíble, y resulta raro que después de haberse logrado eso no se avance en la eficiencia de esa fuente por ejemplo). Si no podemos atacar la contaminación con prohibiciones, ataquémosla fomentando el desarrollo de fuentes alternativas de energía. Podríamos crear un organismo internacional que reuna científicos de todo el mundo y se dedique a desarrollar formas de energía no contaminante. Sería una buena forma de dar trabajo a mano de obra calificada en un proyecto beneficioso para la sociedad. Los gobiernos deben actuar para solucionar este problema de externalidades y de falta de incentivos a producción de tecnología limpia haciéndose cargo de los costos del desarrollo de la misma. La ventaja es que si este desarrollo tecnológico se difunde gratuitamente por el mundo, el costo de producción bajará enormemente. Quizás en ese momento una pequeña penalización por contaminar alcance para hacer que el petróleo y el gas dejen de ser la forma de energía más barata. Entonces, el sistema de precios se encargará de eliminar el problema de calentamiento global por sí solo.

Saludos
Javier