domingo, 9 de mayo de 2010

Ojos que no ven, bolsillos que no sienten

Las empresas ya lo saben y lo aprovechan. Los economistas...probablemente también lo saben, pero son mucho más lentos para empezar a producir teorías al respecto. Creo que es un tema de alta aplicabilidad microeconómica, y que también podría ayudar a orientar mejor algunas políticas macro.

El punto que quiero hacer aquí podría llegar a meterlo dentro de alguna teoría de la rama de la economía conocida como "behavioral", que está bastante de moda. Más precisamente dentro de la idea de las "cuentas mentales". ¿Cuál es el concepto? Simplemente que la propensión a gastar o a ahorrar de un individuo cambia radicalmente según la forma en que posea su riqueza. Por un lado, tenemos los ingresos líquidos. La propensión a consumir sobre esa parte es mucho mayor que en cualquier otra, porque la gente simplemente se tienta. Luego tenemos los activos más ilíquidos, como los bonos, plazos fijos, ni hablar de un inmueble o algo así. Solemos gastar muy poco sobre esa riqueza. Claro, no se trata simplemente de un cuestión de liquidez, porque si no la teoría tendría poca importancia. Creo que un ejemplo podría ser más explicativo. Supongamos que el Estado está interesado en aumenta el consumo. Bueno, en ese caso, lo mejor es hacer transferencias a los individuos de la forma más líquida posible, preferiblemente en dinero. Es más, preferiblemente en billetes de $2. La gente simplemente gasta porque no se da cuenta que está gastando. Compra una cosa...y otra...y pequeños gastos, y se acaba el dinero. ¿No les dura mucho más un billete de $100 en l billetera que diez de $10? Uno se da cuenta cuando gasta sus billetes de $100. Los cuenta y ve cuántos les quedan de los que tenía a principio de mes. No es lo mismo con los pequeños. Esos los desestima. Volviendo a nuestra transferencia del gobierno, si quiere que la gente no consuma tanto de ella, puede otorgarla en forma de bonos. El simple hecho de tener que cambiar el bono por dinero desincentivará el consumo. No por el costo de transacción solamente, sino porque elimina el efecto tentación y hace que la gente tome conciencia de que está gastando el dinero.

Mi punto está en el otro extremo de la cuestión. El gasto de la gente no tiene límites cuando no puede hacerse una idea de lo que está gastando. Simplemente consume lo que tiene ganas, no se pone a pensar si prefiere utilizar el dinero en otra cosa, o ahorrarlo. Es un gasto prácticamente fijo. ¿No los convenzo?. De nuevo voy a un ejemplo: las compañías de celulares. ¿Ustedes creen que alguien gastaría dinero en esas promociones para recibir poemas, chistes, fotos y predicciones del horóscopo? ¿Creen que alguien consumiría eso si tuviera que ir a pagar la subscripción al kiosco? Claramente muy pocos lo harían. Pero desde su casa, con el celular, tienen poca conciencia de lo que están consumiendo. Es más, ni siquiera hay que buscar esos ejemplos. Vamos directamente a los mensajes de texto. ¿Cuánto sale un mensaje? Pueden ir a preguntar a la gente a la calle y no muchos sabrán exactamente (y varios estarán bien perdidos, con precios de hace años quizás). ¿Qué tipo de planificación puede hacerse en esas circunstancias? ¿Cómo asigna el individuo su renta eficientemente si ni siquiera conoce el precio de lo que consume?

El problema planteado aquí parece trivial, pero le vislumbro varias aplicaciones prácticas inmediatas, lo cual es bastante interesante. Ya lo he dicho, las compañías de celulares se hacen ricas con esto. Por suerte, la gente también sabe algo de esto, y compra planes fijos, para autocontenerse. ¿Vamos a una aplicación más? La energía, uno de mis temas preferidos. Simplemente coloque un medidor de nafta en pesos a los autos si quiere priorizar el transporte público. O un contador, también en pesos, sobre el gasto en electricidad de cada electrodoméstico. ¿Soportaría la gente dejar encendida la lucecita del televisor si esta muestra centavos aumentando lentamente? ¿No se daría cuenta cuándo está realmente usando su dinero eficientemente y cuándo gastando energía de más si se lo dijera cada aparato que enciende?

¿Creen que estas cosas funcionen? Yo creo que es posible. Pero además, creo que en una ciudad o dos, sería bastante barato probar. Y luego se podría expandir la medida al mundo entero, a la vez que un par de economistas publican un paper interesante. Cítenme por favor, con eso me conformo, jejeje.

Saludos,
Javier